EMILIANO ZAPATA SALAZAR
(San Miguel Anenecuilco, México, 1879 - Morelos, 1919) Revolucionario agrarista mexicano. Hijo de una humilde familia campesina, Emiliano Zapata trabajó como peón y aparcero y recibió una pobre instrucción escolar.
Tenía veintitrés años cuando apoyó a la Junta de Cuautla en sus reivindicaciones por los ejidos de Morelos, su estado natal. La persecución desatada contra la Junta por el régimen porfirista lo llevó a Cuernavaca y luego a México como caballerizo del ejército.
De regreso en Morelos, Emiliano Zapata retomó la defensa de las tierras comunales y, en 1909, fue designado jefe de la Junta de Ayala. Al frente de un pequeño grupo armado, ocupó las tierras del Hospital y las distribuyó entre los campesinos.
General | |
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Años de servicio | 9 años |
Apodo | "El Caudillo del Sur" "El Atila del Sur" |
Lealtad | Ejército Libertador del Sur, 1911 - 1919 |
Unidad | Ejército Libertador del Sur |
Mandos | Ejército Libertador del Sur |
Participó en | Revolución mexicana |
Nacimiento | 8 de agosto de 1879 San Miguel Anenecuilco, Morelos, México |
Fallecimiento | 10 de abril de 1919 Chinameca, Morelos, México |
Mientras el gobernador de Morelos, representante de los intereses de los terratenientes, enviaba fuerzas contra él, Genovevo de la O se sublevó en Cuernavaca. En el curso de los dos años siguientes, otros campesinos se levantaron en armas, entre ellos Tepepa, Merino y el maderista Torres Burgos, con quienes se alió Zapata. En marzo de 1911 se adhirió al plan de San Luis Potosí proclamado por Madero y, a la muerte de Torres Burgos, fue designado «jefe supremo del movimiento revolucionario del Sur».
Tras la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, pronto aparecieron las discrepancias entre Zapata, quien reclamaba el inmediato reparto de las tierras de las haciendas entre los campesinos, y Madero, que por su parte exigía el desarme de las guerrillas. Por fin, Zapata aceptó el licenciamiento y desarme de sus tropas, con la esperanza de que la elección de Madero como presidente abriera las puertas a la reforma.
Elegido éste en 1911, y ante el fracaso de nuevas conversaciones, Zapata elaboró en noviembre del mismo año el plan de Ayala, en el que declaraba a Madero incapaz de cumplir los objetivos de la revolución y anunciaba la expropiación de un tercio de las tierras de los terratenientes a cambio de una compensación, si se aceptaba, y por la fuerza en caso contrario. Los que se adhirieron al plan, que eligieron jefe de la revolución a Pascual Orozco, enarbolaron la bandera de la reforma agraria como prioridad y solicitaron la renuncia del presidente.
Las fuerzas gubernamentales obligaron a Zapata a retirarse a Guerrero, pero el asesinato de Madero en febrero de 1913 por orden de Huerta cambió la situación. Zapata rechazó la oferta de Huerta de unirse a sus fuerzas y apoyó a los constitucionalistas de Carranza contra los huertistas. Nombrado jefe de la revolución en detrimento de Orozco, que había sido declarado traidor, consiguió derrotar a Huerta (1913).
En la convención de Aguascalientes de octubre de 1914 se concretó la alianza de Zapata y Pancho Villa, representantes del revolucionarismo agrario, contra Carranza, de tendencia moderada. Si bien ambos entraron poco después en la capital, su incapacidad política para dominar el aparato del Estado y las diferencias que surgieron entre los dos caudillos, a pesar de que Villa había aceptado el plan de Ayala, alentaron la reacción carrancista.
Perseguido por Pablo González, Zapata se hizo fuerte en Morelos, mientras que Villa era derrotado en el norte. El aporte de algunos intelectuales como Díaz Soto y Gama y Pérez Taylor dio solidez ideológica al movimiento agrarista y ello permitió a los zapatistas organizar administrativamente el espacio que controlaban.
En este sentido, el gobierno de Zapata creó comisiones agrarias, estableció la primera entidad de crédito agrario en México e intentó convertir la industria del azúcar de Morelos en una cooperativa. William Gates, enviado de Estados Unidos, destacó el orden de la zona controlada por Zapata frente al caos de la zona ocupada por los carrancistas.
Sin embargo, la guerra proseguía; en 1917, las tropas de Carranza derrotaron de nuevo a Villa en el norte. Ante la amenaza que Zapata suponía para el gobierno federal, el coronel Jesús Guajardo, que dirigía las operaciones gubernamentales contra él, traicionó y asesinó al líder agrarista tras atraerlo a un encuentro secreto en la hacienda de Chinameca, en Morelos.
Muerte de Zapata
La guerra por parte del gobierno tomó perfiles despiadados en el norte. El gonzalista Jesús Guajardo le hizo creer a Zapata que estaba descontento con Carranza y que estaría dispuesto a unirse a él. Zapata le pidió pruebas y Guajardo se las dio al fusilar a aproximadamente 50 soldados federales (con consentimiento de Obregón y Pablo González), y ofrecerle a Zapata armamento y municiones para continuar la lucha. Así, acordaron reunirse en la Hacienda de Chinameca, Morelos, el 10 de abril de 1919. Zapata acampó con sus fuerzas a las afueras de la hacienda, y se acercó a la misma acompañado únicamente por su escolta. Al cruzar el dintel, un ordenanza apostado a la entrada, tocó con su clarín la llamada a honores. Ésta era la señal para que los tiradores ocultos en la azotea de la hacienda abrieran fuego contra Zapata y sus acompañantes. Al parecer Zapata alcanzó a sacar su pistola pero un balazo se la tumbó. Su caballo alazán (llamado el As de Oros) giró bruscamente y tumbó a Zapata que cayó boca abajo, ya herido por varios impactos. En esta posición fue rematado por varias descargas más por tiradores apostados en la azotea. Así, abrazando la tierra que tanto amó, murió el gran Caudillo del Sur.No pocos condenaron el procedimiento. Además, esto dio lugar a que, una vez muerto, Zapata se convirtiera en el Apóstol de la Revolución y símbolo de los campesinos desposeídos. El movimiento continuó, aunque ya con menos intensidad, y los zapatistas acordaron nombrar a Gildardo Magaña Cerda jefe del Ejército Libertador del Sur. Él sería el último, pues casi un año después, los antiguos compañeros de Zapata se integrarían al gobierno aguaprietista, aunque algunos de ellos serían asesinados por el mismo gobierno.
Entre la gente común del estado de Morelos que se negaba a dar crédito a la muerte de Zapata, circulaba la creencia de que no era su caudillo el que había sido asesinado por Guajardo. Se decía que le hacía falta un lunar, que si Zapata era más alto o más moreno. Se decía que no era posible que si Zapata había escapado a tantas emboscadas y siempre había tenido tan buen olfato para los engaños, hubiera caído de esta manera. Se decía que Zapata había mandado en su lugar a uno de sus compadres, con quien compartía un gran parecido. Desgraciadamente la identificación del cadáver de Zapata por parte de antiguos compañeros de armas y gente cercana fue contundente: el cadáver correspondía al caudillo del sur.
Las leyendas llevaron a Zapata hasta el Lejano Oriente, donde un compadre árabe le habría ofrecido protección; según esa leyenda, Zapata se había embarcado en Acapulco para huir a Arabia. Otros más aseguraban que en las noches de luna, se le podía ver cabalgando cerca de Anenecuilco, el sitio de su nacimiento. También allí ubicaban, décadas después, a un anciano encerrado en una casa, que aseguraban era Zapata. Un corrido escrito en esos días da una idea de esta situación:
- “Su cuerpo al fin sepultaron llenos de júbilo y gozo - y muchos, muchos lloraron por sus culpas y reposo. - Pero su alma persevera en su ideal libertador - y su horrible calavera anda en penas, ¡oh terror! - Por las orillas de Cuautla flota una horrible bandera, - que empuña la calavera del aguerrido Zapata. - Tal constancia a todos pasma; de la noche en las negruras, - se ve vagar su fantasma por los montes y llanuras. - Se oyen sonar sus espuelas, sus horribles maldiciones - y, rechinando las muelas, cree llevar grandes legiones. - Extiende la yerta mano y su vista se dilata... - ¡Recorre el campo suriano el espectro de Zapata!”
Los seguidores de Emiliano Zapata reciben desde entonces el nombre genérico de zapatistas, aunque es muy importante hacer la distinción entre los zapatistas de tiempos de la Revolución Mexicana y los actuales neozapatistas del sur de México.
Zapata es el autor de la famosa frase «Es mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado».